Entre el mar y la montaña, entre el Mediterráneo y la sierra de Tramuntana, se encuentra uno de los pueblos más bellos, no sólo de Mallorca, sino de todas las Islas Baleares. Su nombre es Valldemossa, y sus calles empedradas repletas de coloridas macetas y azulejos en honor a Santa Catalina no dejan indiferente a nadie. ¿Te apuntas a dar un paseo por esta idílica villa mallorquina?

Calles empedradas Valldemossa_FerrerHotels

Si te encuentras en Palma tan sólo te llevará unos minutos llegar a Valldemossa por carretera, ya que son poco más de 20 los kilómetros que la separan de la capital. Cualquier época es buena para visitarla y así poder contemplar en primera persona unos increíbles atardeceres en verano, los tonos ocres que la visten durante el otoño, las cumbres de la Tramuntana cubiertas de nieve algunos inviernos o el colorido que provoca el estallido de la siempre esperada primavera.

Unos apuntes históricos

Corría el siglo X cuando este bello municipio se empezó a denominar Wadi Muza, o valle de Mussa, señor de estas fértiles tierras. En la conquista cristiana de 1.229 este topónimo se mantuvo, derivando años más tarde en el nombre actual: Valldemossa. Un par de siglos después (1.485) se instaló la primera imprenta de toda la isla, 35 años más tarde de que Gutemberg la inventará en Maguncia. Otro nombre relevante dentro de la historia valdemosina es el de Santa Catalina Tomás, patrona de Mallorca, cuya casa natal aún se conserva.

Valldemossa_FerrerHotels

Pero este bello y empedrado pueblo, destino imprescindible de todos aquellos que busquen una foto de concurso en cada viaje, cobró fama mundial debido a la visita que el compositor Frederic Chopin y su amante George Sand realizaron en 1.838, eligiendo como residencia una de las ‘celdas’ de la Cartuja de Valldemossa. En este escenario el pianista polaco compuso sus famosos ‘Preludios’ y la poetisa francesa escribió ‘Un invierno en Mallorca’.

Qué ver

Y es precisamente la Cartuja de Valldemossa el emblema arquitectónico del lugar. Fue Jaume II quien la mandó construir en 1.309, y su hijo Sancho I y su nieto Jaume III los que en ella moraron. Pero su historia como tal se inició cuando Martín el Humano, rey de Aragón y protector de los cartujos, cedió a estos monjes el palacio, adaptándolo a las necesidades de un convento. Con la desamortización de Mendizábal el monasterio pasó a manos privadas convirtiéndose primero en residencia y luego en museo. Es imprescindible la visita a la celda nº4 donde se expone el auténtico piano que Chopin recibió desde París.

Cartuja de Valldemossa_Ferrer Hotels

Atravesando la plaza de la cartuja se encuentra el Palacio del Rey Sancho. Éste conserva elementos de la antigua cartuja como la escalera de acceso, una torre defensiva y el claustro, y en su salón de música se celebran a diario conciertos de piano en memoria de Chopin.

La Parroquia de Sant Bartomeu, un templo de origen gótico que ha sufrido diferentes reformas a posteriori, es también otro de los monumentos dignos de visitar, así como la Ermita de la Santísima Trinidad y el Monasterio de Miramar (fundado por Ramon Llull), ambos fuera del casco urbano.

Parroquia de Sant Bartomeu_FerrerHotels

En el ámbito estrictamente cultural destaca la Fundación Coll Bardolet, que tiene como objetivos preservar, exhibir y difundir la obra pictórica del artista Josep Coll Bardolet, así como la promoción de las Bellas Artes.

Qué hacer

La fertilidad de las tierras que rodean Valldemossa se aprecia en el mercado que ocupa sus preciosas calles cada domingo. Frutas, embutidos, quesos, aceite, sobrasada y almendras se pueden adquirir en sus puestos. Y después de haber hecho acopio de algún suculento manjar, no olvides probar una coca de patata, un esponjoso y delicioso dulce que desde 1920 preparan con mimo y esmero en Ca’n Molinas. Te recomendamos acompañarla de una espectacular horchata de almendras.

mercado de Valldemossa_FerrerHotels

Son varias también las excursiones que se pueden hacer partiendo de Valldemossa. Quizá la más conocida es la que, entre olivos y encinas, termina en el Molinet de la Beata, santuario sagrado para los valdemosinos y privilegiado enclave desde donde admirar toda la geografía del valle. Otra excursión interesante es la que llega hasta la montaña del Teix (la más alta de la zona) y lugar elegido por el archiduque Luis Salvador para construir un mirador con unas preciosas vistas al mar. Otros dos miradores que te dejarán boquiabierto son el de Puig de Sa Moneda y el de Miranda des Lladoners.

Y, cómo no, el mar

El Mediterráneo, tan presente en la vida mallorquina, es protagonista también en nuestra visita a Valldemossa. Comenzamos haciendo referencia a su puerto, Sa Marina, que en tiempos de ocupación romana ya era habitado, viviendo épocas de despoblación entre los siglos XVI y XVIII debido a la piratería. De cristalinas aguas y escasa longitud, es un núcleo vacacional con pocas casas y mucho encanto.

Sa Marina, Valldemossa_FerrerHotels

S’Estaca es una diminuta aldea al borde del mar con apenas veinte construcciones de piedra y teja donde antiguamente residían pescadores reconvertidas hoy en demandadas casas de veraneo. Es éste un lugar ideal para disfrutar de unas bellísimas puestas de sol. Un poco más apartadas, las aguas de Cala Banyalbufar, Port D’Es Canonge y Sa Bunyola también merecen una visita.

Fuente de inspiración por su asombrosa belleza para músicos, poetas y pintores, Valldemossa ha sido además la residencia temporal de Rubén Darío, Borges, Jovellanos y Santiago Rusiñol, entre otros artistas. ¿Te animas pues a imitarles y a buscar tú también la inspiración en tan bello escenario?

 

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